El 10 de diciembre de 1898 se firma en Paris el tratado de paz entre la potencia emergente de los Estados Unidos de América y el decadente Imperio Español. Este acto histórico determinó el reconocimiento internacional de Cuba como república independiente que se hace tangible tres años y cinco meses después de aquella fecha.
La primera Constitución de nuestra Republica recogía y garantizaba las libertades básicas para sus ciudadanos. Lamentablemente, transcurrida más de una centuria de existencia como nación, los cubanos seguimos luchando por conquistar nuestros derechos humanos básicos. Derechos que fueron proclamados por su primera y segunda ley de leyes republicanas (las constituciones de 1901 y de 1940) que el régimen dictatorial de Castro había cercenado con su toma del poder por la fuerza en 1959.
Por otra parte, el 10 de diciembre es una fecha relevante no solo para todos los cubanos sino para todos hombres y mujeres del mundo que aspiran a ser protegidos de abusos del poder por gobiernos totalitarios. En nuestro caso, el 10 de diciembre tiene la doble connotación de inicio de nuestro camino como nación y de derecho a disfrutar de las garantías que otorga la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Una declaración que fue suscrita en Paris el 10 de diciembre de 1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. El estado cubano no solo fue signatario de la misma sino contribuyó a su redacción a través de nuestro entonces embajador ante la ONU, el Dr. Ernesto Dihigo y López Trigo.
La Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH) es un documento declarativo y orientativo que en sus artículos denota los derechos humanos fundamentales, en dignidad y valor de la persona humana, en igualdad de derechos de hombres y mujeres en las esferas cívica, política, económica, social y cultural. Un documento humanitario que contiene principios verdaderamente altruistas y solidarios entre seres humanos. Pero adolece del defecto de que no es vinculante o de obligatorio cumplimiento por parte de los Estados.
Por ese motivo, y debido al carácter de derecho internacional consuetudinario de la DUDH, fue necesario poner en vigor otros pactos humanitarios que introdujeran obligaciones jurídicas a los estados. Tales fueron los Pactos de Nueva York o Pactos Internacionales de Derechos Humanos.
Estos dos tratados internacionales con sus protocolos facultativos son: el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC). Ambos fueron adoptados en el seno de la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1966. El conjunto de estos documentos internacionales de derechos humanos, que también incluye la DUDH, es conocido como Carta Internacional de Derechos Humanos.
En 2008, el régimen de los Castro firmó pero no ratificó los dos pactos internacionales de derechos humanos. Sin embargo los dos protocolos facultativos no han sido abrogados ni ratificado. ¿Por qué?
Porque estos pactos internacionales son de obligatorio cumplimiento y el PIDCP no permite que bajo ninguna circunstancia, ya sea en período de paz o en período de guerra, sean derogados los siguiente derechos humanos: el derecho a la vida; al reconocimiento de la propia personalidad jurídica; a no ser sometido a torturas ni a esclavitud; a la libertad de pensamiento, conciencia y religiosa; a no ser encarcelado únicamente por no cumplir una obligación contractual y a no ser condenado por haber cometido delito alguno que, en el momento en que se llevó a cabo, no estaba sancionado penalmente.
El Protocolo Facultativo del PIDCP establece disposiciones al Comité de Derechos Humanos para recibir y considerar las comunicaciones de individuos que aleguen ser víctimas de violaciones de cualquiera de los derechos enunciados en el pacto.
Muchos menos estaría dispuesto a ratificar el gobierno cubano el Segundo Protocolo del PIDCP, destinado a abolir la Pena de Muerte. El régimen comunista utiliza precisamente la pena de muerte como arma para eliminar a sus oponentes políticos y para disuadir al pueblo cubano a que no luche por su libertad. Tampoco ratifica el PIDESC porque en él se garantiza la libre sindicalización de los empleados y el régimen perdería su control absoluto sobre los sindicatos patronales.
El sistema castro-estalinista viola flagrantemente los derechos humanos consagrados en estos pactos internacionales y, con la aplicación del terror de estado, ha subyugado un pueblo durante décadas. Tal es el pánico que ha despersonalizado a sus ciudadanos eliminando sus derechos naturales engendrando inseguridad, desconfianza y desesperanza. Todo ello para doblegar la voluntad del cubano y mantenerlo en la esclavitud.
Según apunta con precisión el sociólogo Gene Sharp (1), el desafío político masivo no violento es un arma poderosa que ejerce un efecto democratizador positivo sobre el individuo y la sociedad. Sus técnicas son complejas pero efectivas en el proceso de liberar al ciudadano del terror impuesto sobre él por cualquier régimen totalitario. Este nos puede llevar a la conquista de la democracia y la libertad para nuestro pueblo sin la secuela terrible de un conflicto violento. Un conflicto cuyas consecuencias serían intimidar, herir, matar, destruir y prolongar el ciclo de violencia en nuestro país. Ya es hora de que superemos esas etapas nefastas de nuestra vida nacional.
Los estrategas de la lucha no violenta deben planificar los procedimientos sobre la forma de organizar, instruir a los activistas y poner en práctica todas las ideas contenidas en estas enseñanzas. Para esto las personas no solo deben estar pletóricas de esperanzas sino adheridas a la disciplina, al compromiso y a la perseverancia en la obra a realizar y llevarla hasta el final, es decir: hasta dar al traste con la dictadura.
Esto es una faena difícil por la cruel tiranía que se apodero de nuestro país. Pero sabemos que el Dios Bíblico proscribe las tiranías y está al lado de quienes luchan por la libertad. Porque Él es la libertad absoluta y nos ungió con los derechos humanos. También conocemos que Horacio dejó escrito: “No debería ponerse un Dios en escena salvo que el problema merezca la resolución de un Dios.”
¿Quién podría frenar los designios de libertad de este Rey Eterno?
¡Absolutamente nadie!
Referencias: Gene Sharp, De la Dictadura a la Democracia: Un Sistema Conceptual para la Liberación.
Dr. Oscar Elías Biscet
Presidente de la Fundación Lawton de Derechos Humanos
Medalla Presidencial de la Libertad
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